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Bienvenidos a nuestra colección de literaturas espíritas

En esta página encontrarás una selección de lecturas sobre la doctrina espírita, donde compartimos textos fundamentales y relevantes para quienes buscan explorar el conocimiento espiritual, la vida después de la muerte y la comunicación con el más allá.

Aquí, iremos añadiendo nuevas obras y expandiendo nuestra colección con el tiempo. Te invitamos a descubrir el pensamiento espírita y a reflexionar sobre los misterios de la vida y el espíritu.

Contenido

PEQUEÑA HISTORIA

Un día, la gota de agua, el rayo de luz, la abeja y el hombre perezoso llegaron al trono de Dios. El Todopoderoso los recibió con bondad y les preguntó por lo que hacían.

La gota de agua avanzó y dijo:

– Señor, yo estuve en un terreno casi desierto, auxiliando a una raíz de naranjo. Vi a muchos árboles sufriendo sed y a diversos animales que pasaban, afligidos, procurando manantiales. Hice lo que pude, pero vengo a pedirte otras gotas de agua para que me ayuden a socorrer a todos los que necesiten de nosotras.

El Padre emocionado, satisfecho, exclamó:

– ¡Bienaventurada seas por entender mis obras! Te daré los recursos de las lluvias y de las fuentes.

Después, el rayo de luz se adelantó y habló:

– Señor, yo descendí… descendí… y encontré el fondo de un abismo. En ese antro, combatí la sombra, cuanto me fue posible, pero noté la presencia de muchas criaturas suplicando claridad. Vengo al cielo a rogarte otros rayos de luz que cooperen conmigo en la liberación de todos aquellos que, en el mundo, sufren aún la presión de las sombras.

El Padre, contento, respondió:

– Bienaventurado seas por el servicio a la creación. Te daré el consuelo del sol, de las lámparas, de los libros iluminados y de las buenas palabras que se encuentran en la tierra.

Después de eso, la abeja se explicó:

– Señor, he fabricado toda la miel, al alcance de mis posibilidades. Pero veo tantos niños flacos y enfermos, que vengo a implorarte más flores y más abejas, con el fin de aumentar la producción…

El Padre, muy feliz, la bendijo y le contestó:

– Bienaventurada seas por los servicios que prestaste. Te concederé nuevos jardines y nuevas compañeras.

Enseguida, el hombre perezoso fue llamado a hablar. Puso una cara desagradable e informó:

– Señor, nada conseguí hacer. Por todos lados, encontré la envidia y la persecución, el odio y la maldad. Tuve los brazos atados por la ingratitud de mis semejantes. Tanta gente mala permanecía en mi camino que, en verdad, nada pude hacer.

El Padre bondadoso, con expresión de descontentamiento, exclamó:

– Infeliz de ti, que despreciaste los dones que te di. Te adormeciste en la pereza y nada hiciste. Los seres pequeñitos y humildes alegraron mi trono con el relato de sus trabajos, pero tu boca sólo sabe quejarse, como si la inteligencia y las manos que te confié para nada sirviesen. ¡Retírate! Los hijos inútiles e ingratos no deben buscarme la presencia. Regresa al mundo y no vuelvas a buscarme mientras no aprendas a servir.

La gota de agua volvió, cristalina y bella. El rayo de luz volvió a los abismos, brillando cada vez más. La abeja descendió, zumbando feliz. El hombre perezoso, sin embargo, se retiró muy triste.

Extraído de ALVORADA CRISTIANA

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER

ESPÍRITU HERMANO X

YO CONTRA YO

Cuando el Hombre, joven aún, deseó cometer el primer desatino, se aproximó el Buen Sentido y le aconsejó:

—¡Detente! ¿Por qué te entregas así al mal?

Pero el interpelado respondió, orgulloso:

—Yo quiero.

Pasando, más tarde, a la condición de perdulario y adoptando la extravagancia y la locura como normas de vida, apareció la Ponderación y lo aconsejó:

—¡Para! ¿Por qué te consagras, de ese modo, al gasto inconsecuente?

Sin embargo, él esclareció, jactancioso:

—Yo puedo.

Más tarde, manipulando a los demás al servicio de su insensatez, recibió la visita de la Humildad, que le rogó, piadosa:

—¡Reflexiona! ¿Por qué no te compadeces de los más débiles y de los más ignorantes?

Empero, el infeliz replicó, colérico:

—Yo mando.

Absorbiendo inmensos recursos inútilmente cuando podría beneficiar a la colectividad, se acercó a él el Amor y le pidió:

—¡Modifícate! ¡Sé caritativo! ¿Cómo puedes retener el río de las oportunidades sin socorrer el campo de las necesidades ajenas?

Y el miserable informó:

—Yo ordeno.

Practicando actos condenables, que lo llevaron a la picota de la desaprobación pública, la Justicia se acercó a él y le recomendó:

—¡No prosigas! ¿No te duele herir a tanta gente?

Pero el infortunado acentuó, implacable:

—Yo exijo.

Y vivió así el Hombre, creyéndose el centro del Universo, reclamando, oprimiendo y dominando, sin oír las sugerencias de las virtudes que iluminan la Tierra, hasta que un día, la Muerte lo buscó y le impuso la entrega del cuerpo físico.

El desdichado entendió la gravedad del acontecimiento, se postró ante ella y consideró:

—Muerte, ¿por qué me buscas?

—Yo quiero —dijo ella.

—¿Por qué me obligas a aceptarte? —gimió, triste.

—Yo puedo —contestó la visitante.

—¿Cómo puedes atacarme de ese modo?

—Yo mando.

—¿Qué poderes te mueven?

—Yo ordeno.

—¡Me defenderé contra ti! —clamó el Hombre, desesperado—, ¡pelearé y recibirás mi maldición!

Pero la Muerte sonrió, imperturbable, y afirmó:

—Yo exijo.

Y, en la lucha del "yo" contra "yo", lo condujo a la casa de la Verdad para mayores lecciones.

Extraído del libro CUENTOS Y APÓLOGOS

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER

ESPÍRITU HERMANO X

EL HOMBRE QUE NO SE IRRITABA

Existió un rey, amigo de la sabiduría, que, después de gran trabajo para subyugar su naturaleza inferior, invitó a un filósofo para que lo socorriera en el perfeccionamiento de la palabra. Consiguiera indiscutible progreso en el arte de sublimarse. Se hiciera portador de primorosa cultura y, tanto en el ministerio público, como en la vida privada, se caracterizaba por grandes gestos de bondad e inteligencia.

Hacía cuanto le era posible para ejercer justicia, según los patrones de la recta conciencia, y demostraba firme cariño en la defensa y protección del pueblo, a través de reiteradas distribuciones de lana y trigo, con el fin de que las personas menos favorecidas por la fortuna no sufriesen frío o hambre. No sabía acumular tesoros exclusivamente para sí y, en razón de esto, obedeciendo a las virtudes sociales de las que se hiciera el ejemplo vivo, instituyó escuelas y asilos e incentivó la industria y la labranza, deseando que todos los súbditos, aun los más humildes, encontrasen acceso a la educación y a la prosperidad.

Pero en el círculo de las manifestaciones personales, el valeroso monarca se sentía atrasado e indeciso. No sabía ocultar la cólera, no contenía la franqueza ruda y no vencía su mal humor. Admirado y querido por las cualidades sublimes que pudiera fijar en la personalidad, sufría, no obstante, la amargura y la desconfianza de muchos que pasaron a temer sus frases contundentes.

Interesado como estaba en su mejoría, solicitó al filósofo que le acompañase en sus lides cotidianas. Cuando se descontrolaba, cayendo en las amargas consecuencias del verbo impensado, el orientador observaba, con humildad: —Poderoso señor, tenga paciencia y continúe trabajando en el perfeccionamiento de sus manifestaciones. La expresión serena y sabia revela grandeza interior que reclama tiempo para ser debidamente consolidada. Quien alcanza la ciencia de hablar, puede convivir con los ángeles, porque la palabra es, sin duda, la continuación de nosotros mismos.

El monarca no se conformaba y, en desesperación pasiva, se confiaba a riguroso silencio, que perjudicaba considerablemente los negocios del reino. De semejante posición venía a sacarlo el filósofo, advirtiéndole, respetuoso: —Amado soberano, la extrema quietud puede traducirse en traición a nuestros deberes. Con el pretexto de reformarnos espiritualmente, no es lícito despreciar nuestros compromisos con el progreso común. ¡Hable siempre y no desdeñe actuar! El verbo es la proyección del pensamiento creador.

El rey volvía a conversar, beneficiando al extenso dominio que le correspondía dirigir, pero le llegaba otro momento en que se perdía en la indignación excesiva, humillando e hiriendo a ministros y vasallos a los que desearía ayudar sinceramente. Lamentándose, afligido, venía el filósofo consejero, afirmando, servicial: —Gran soberano, tenga paciencia consigo mismo. El reajuste del alma no es obra para un día. Prosiga esforzándose. Toda realización pide el concurso bendito de las horas... El río dejaría de existir sin la congregación de las gotas... Guarde calma, mucha calma y no se desanime...

No obstante, el monarca descorazonado, después de una experiencia regular con el filósofo, lo destituyó de las funciones que ocupaba y expidió a dos emisarios a sus extensas provincias para que le trajesen al palacio a algún hombre incapaz de irritarse. Pretendía entrar en contacto con el espíritu más equilibrado de sus tierras, con el fin de orientarse mejor en el auto perfeccionamiento.

Los mensajeros iniciaron las investigaciones, pero se impacientaban desilusionados. El hombre que observaban ponderado en la vía pública era colérico en el hogar. Quién se revelaba gentil en la casa, acostumbraba encolerizarse en la calle. Algunos se mostraban distinguidos y agradables junto a la familia consanguínea, sin embargo, eran ácidos en el trato social. Diversos eran los que exhibían una hermosa máscara de serenidad con los extraños, no obstante, se dirigían a los de la casa con deplorable aspereza.

Después de treinta días de porfiada pesquisa, descubrieron, jubilosos, al hombre que nunca se exasperaba. Lo siguieron, cuidadosamente, a todas partes. Nunca hablaba alto y mantenía conmovedor silencio, en su domicilio y fuera de él. Durante cuatro semanas fue examinado bajo atención vigilante, no perdiendo ni un punto en su conducta irreprochable.

Se dieron prisa los mensajeros en llevar la buena nueva al monarca, y el rey, satisfecho, convocó a los asesores y cortesanos de su casa para recibir al personaje admirable, con la dignidad que le era debida. El vasallo venturoso fue traído a la presencia real, entretanto, cuando el soberano le dirigió la palabra, esperando encontrar a un ángel en el cuerpo de carne, verificó, bajo indecible asombro, que el hombre incapaz de irritarse era mudo.

Bajo el respeto manifiesto de todos, el rey sonrió, desilusionado, y mandó a buscar nuevamente al filósofo, resignándose a tener paciencia consigo mismo, a fin de aprender a conquistarse, poco a poco.

Extraído del libro CUENTOS Y APÓLOGOS

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER

ESPÍRITU HERMANO X

TOLERANCIA

La tolerancia vive en la base del progreso efectivo. Las piezas de cualquier máquina se sustentan las unas a las otras para que surja esa o aquella producción de beneficios determinados. Las bendiciones de la Naturaleza constituyen una extensa secuencia de manifestaciones de esta bendita virtud, inspirada por la verdadera fraternidad.

Tolerancia, empero, no es un concepto superficial. Es el reflejo vivo de la comprensión; nace límpida en la fuente del alma, y plasma la esperanza con el completo olvido del mal. Pedir que los otros piensen con nuestra cabeza sería exigir que el mundo se adapte a nuestros caprichos, cuando es nuestra obligación adaptarnos con dignidad al mundo, con la firme disposición de ayudarlo.

La Providencia Divina refleja en todas partes la tolerancia sabia y activa. Dios no reclama a la semilla la producción inmediata de la especie a la cual pertenece. Le da tiempo para germinar, crecer, florecer y fructificar. No solicita al riacho que se integre de improviso con el mar que lo espera. Le brinda caminos en el suelo y le ofrece el tiempo necesario para completar su marcha.

Así también, de un alma hacia otra alma, es imperioso que no adoptemos actitud alguna de violencia. La brutalidad del hombre impulsivo y la irritación del enfermo mal educado, tanto como la garra del animal y la espina de la rosa, representan los indicios naturales de la condición evolutiva en que se encuentran.

Oponer odio al odio es efectuar la destrucción. El autor de una injuria invoca el mal para sí mismo. De modo que el mal, en realidad, sólo es mal para quien lo practica. Responder a él con base en la incoherencia con que se expresa, significa asimilar su veneno.

Es imprescindible que tratemos a la ignorancia con el cariño medicinal que dispensamos al cuidado de una llaga, porque golpear sobre la herida despiadadamente será lo mismo que convertir la molestia curable en una lesión sin remedio. La tolerancia por eso consiste, sobre todo, en el completo olvido de cualquier mal con servicio incesante al bien.

Aquel que con los labios repite palabras de perdón, de manera constante, demuestra que alimenta la voluptuosidad del disgusto al cual se adapta, y pierde el tiempo. Perdonar es olvidar la sombra, en busca de la luz.

No es ponerse de rodillas ni escalar categorías de falsa superioridad teatralizando los impulsos del corazón, sino persistir en el trabajo renovador para crear el bien y la armonía, por medio de los cuales aquellos que no nos entienden en un momento dado, lleguen a observarnos con diferente enfoque y comprendan el idioma sin palabras de nuestro ejemplo.

Nos ofrece Cristo el modelo de la tolerancia ideal cuando regresa de la tumba al encuentro con los aprendices sorprendidos: lejos de aludir a la deserción de Pedro o a la debilidad de Judas, para decir con la boca que los disculpaba, se refiere al servicio redentor, y los induce a volver a empezar el apostolado del bien eterno.

Tolerar es reflejar la comprensión fraterna, y el perdón siempre será una profilaxis segura, que habrá de garantizar donde quiera que se encuentre, salud, paz, renovación y seguridad.

Extraído del libro PENSAMIENTO Y VIDA

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER

DICTADO POR EL ESPÍRITU EMMANUEL

COOPERACIÓN

Para que una determinada persona dirija con éxito y eficiencia una empresa importante, no es suficiente su designación en el cargo. Se requerirá de ella un conjunto de cualidades superiores, a fin de que impulse la obra hacia la consolidación y la prosperidad. No solamente autoridad, sino también capacidad conductiva aliada al discernimiento. No sólo conocimientos teóricos y cultura sino, además, virtudes conjugadas con un claro concepto de las proporciones.

Cuando recursos abundantes son puestos al servicio de una cabeza carente de rumbo definido, se los puede comparar con un tesoro que ha sido confiado a la insensatez; del mismo modo, si la riqueza no se destina a fines útiles es como un navío a la deriva. Aquel que ejerza el gobierno deberá emitir impulsos de justicia, bondad, trabajo y disciplina, si está dispuesto a alcanzar los objetivos de la tarea que se le ha encomendado.

Cuando el poder es despótico, el pueblo padece simultáneamente intranquilidad y confusión; y si a la inteligencia le falta el timón del carácter equilibrado, esparce a su alrededor miseria, crueldad. De ahí que tengamos noticias de tantos tiranos nimbados de brillantez mental, y de tantos genios, que a pesar de su refinada sensibilidad son atrapados por el vicio.

Dentro del mundo íntimo, la voluntad es el capitán que inexorablemente debe cumplir con el menester que le corresponde. Y tanto como el administrador de un determinado servicio requiere la ayuda de asesores competentes, la voluntad hallará en la prudencia y la lógica, respetables consejeras de la jefatura de decisiones.

Sin embargo, con suma urgencia, deberá convocar también al sentido de cooperación, para que él sustente sus impulsos. En las diferentes categorías de la actividad terrestre, el orientador seguro sabe que una jerarquización natural rige la coexistencia de los valores indispensables para la vida.

Por ejemplo, dispuesto a confeccionar un abrigo, el hilo necesitará el apoyo de la máquina; la máquina confiará en la competencia del operario; el operario se basará en el técnico que supervisa su trabajo; el técnico dependerá del directorio de la fábrica y, a su vez, el directorio de la fábrica habrá de conservar el equilibrio en relación con la marcha de la industria en general, de dónde extraerá el combustible económico que hace falta para alimentar el núcleo de servicio que obedece sus órdenes.

Observamos por consiguiente que, dentro del Estado Individual, con el propósito de atender al gobierno de su competencia y evitar colapsos para el equilibrio, la Voluntad debe recurrir al auxilio de la colaboración, a fin de que su actividad llegue a ser inteligible.

La cooperación espontánea es el más importante ingrediente del orden. Entre la Gloria Divina y los límites subatómicos, el Universo puede ser definido como una sucesión de vidas concatenadas con la Gran Vida.

Cooperación significa obediencia constructiva a las imposiciones de la vanguardia, y al mismo tiempo respeto al socorro implícito para con las carencias de la retaguardia. Quien presta ayuda recibe ayuda y, silenciosamente, descubre la más segura fórmula de adaptación a los procesos evolutivos.

Extraído del libro PENSAMIENTO Y VIDA

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER

DICTADO POR EL ESPÍRITU EMMANUEL